Analizamos Len's Island

Len's Island es un videojuego desarrollado por Flow Studio, distribuido por Fireshine Games que tenemos el placer de analizar mediante la plataforma de juegos de PC (STEAM) con mas de cuatro mil reseñas muy positivas. Un juego de supervivencia en mundo abierto para hasta ocho jugadores de manera online, mucha acción y grandes dosis de RPG.

Cuando aterrizas en Len’s Island, lo primero que notas es que el juego te invita a tomártelo con calma. No hay un tutorial que te bombardeé con misiones, ni un contador de muertes que te haga sudar: solo tú, una isla de acuarela y un montón de palos y piedras por delante. Empiezas con el hacha tiesa y la mochila vacía, pero antes de que te des cuenta ya estás jugando al juego de “¿cómo convierto este racimo de troncos en una cabaña monísima?”.

Lo mejor de todo es que talar árboles o picar rocas no es esa tarea tediosa que chuleas en redes sociales por lo absurdo que es; aquí cada golpe tiene su “click” justo, como un pequeño combo de ritmo. Fallas el compás y la cosa va lenta, lo clavas y todo sale a toda pastilla. De repente, levantar madera o picar piedra se transforma en una mini coreografía: a veces paro la partida solo para escuchar ese golpeteo coordinado, porque hasta el sonido te deja con ganas de más.

Y vaya variedad de rincones: un día exploras una frondosísima selva donde las hojas forman un ovillo de verde por todas partes; al siguiente cruzas a nado una lengua de mar turquesa y pisas arena tan blanca que parece brillar al sol. Cada bioma trae sus propios recursos (unas bayas que curan, un mineral que no había visto), y cuando descubres una estatua medio sumergida o un trono cubierto de musgo, el subidón de curiosidad te empuja a hurgar en todos los recovecos. No hay dos islas iguales, y eso mantiene ese gusanillo de “¿qué maravilla me encontraré hoy?” activo cada vez que te montas en la barquita.

Construir tu refugio es casi un manifiesto personal. Primero colocas cuatro tablones, luego levantas un tejado torpe, después pones ventanas de madera con cristales de colores… y cuando alejas la cámara para contemplar tu cabaña junto al mar, sientes un chute de orgullo que no te da ni tu propia casa real. Lo guay es que puedes decorar, cercar un huerto, montar un corral para pollos de broma y hasta diseñar tu primer fuertecito contra “el Vacío”. Cada módulo que añades cuenta una parte de tu historia en la isla, y cada tinte que eliges para la puerta es un sello personal.

Cuando decides que ya basta de recolección y montas tu espada, el juego te abre la puerta a mazmorras y bichos oscuros. El ritmo se acelera: pasas de “clic, clic” con el hacha a “bam, bam” con la espada, intentando dar el golpe justo antes de que el enemigo te devuelva el favor. No es un ARPG profundo, pero esa parte rápida y concreta te despierta por si habías empezado a quedarte demasiado en tu zona de confort. Es un contraste perfecto entre paz y adrenalina.

Con colegas, Len’s Island se convierte en una fiesta improvisada. Montas un servidor, invitáis a siete amigos y de repente cada uno tiene su misión: “oye, cúbreme mientras talo madera”, “tú bestia, exploras el norte”, “yo me encargo de las trampas en la guarida”. Los roles surgen solos y la coordinación es un cachondeo: entre risas y despistes —sí, algún que otro chaval destruyendo un muro por accidente— acabas con un poblado que parece sacado de una peli de náufragos felices.

El apartado gráfico ayuda un montón a esa sensación de cuento ilustrado: los colores pastel no descansan, la cámara isométrica te deja alejarte para apreciar hasta los senderos seguidos por tus propias pisadas, y la música, con guitarras ligeras y tambores suaves, acompaña sin colarse. No hay diálogos a voces, pero los textos en español están escritos con un guiño juguetón que encaja con el tono “relajado” de todo el plan.

En resumen, al apagar la pantalla piensas en la isla como tu pequeño santuario virtual. Len’s Island no te rompe las neuronas con mecánicas imposibles, sino que te propone un combo de ritmo y libertad donde la supervivencia es un pasatiempo delicioso. Tienes opciones para ajustar la dificultad, la muerte permanente o si tus cultivos pasan de moda sin riego, así que puedes amoldar la experiencia a tu rollo: más tranqui, más pícara, más loca con amigos… Lo dicho: si quieres un juego de supervivencia que se lea como un domingo al sol, aquí lo tienes.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: