Analizamos Lonely Mountains: Snow Riders
Lonely Mountains: Snow Riders es de esos juegos que parecen simples a primera vista, pero que cuando te metes, no puedes parar. Te pone en la piel de un esquiador que baja montañas nevadas a toda velocidad, sorteando árboles, rocas y precipicios como si tu vida dependiera de ello. No tiene música épica ni menús cargados, y sin embargo consigue algo que muchos juegos más grandes no logran: hacerte sentir ahí, solo con el paisaje, el viento y la nieve crujiente bajo los esquís.
Desde el primer momento, el control se siente ágil y claro, pero no te confíes. Aceleras, frenas, te agachas para ganar impulso y de vez en cuando podéis lanzar algún truco. Nada muy complejo, pero te obliga a estar concentrado porque el menor error... y estás volando por los aires contra un pino. Lo divertido es que cada vez que te caes, querer volver a intentarlo, corregir esa curva mal tomada o buscar una ruta más rápida. El juego premia la exploración y el riesgo: hay caminos alternativos escondidos por todas partes y bajadas que parecen imposibles hasta que de repente lo logras.
Visualmente tiene una estética sencilla pero muy cuidada. El estilo poligonal, los colores apagados y la iluminación suave hacen que cada montaña tenga personalidad. No esperes cinemáticas ni diálogos: todo se cuenta bajando, repitiendo, descubriendo. Hay algo muy libre y reconfortante en eso.
Ahora, siendo sinceros, se queda un poco corto. Trae tres montañas, cada una con varias pistas, pero si le das caña, en un par de tardes ya habrás visto todo. Eso no significa que se agote rápido, porque los desafíos, los tiempos récord y el multijugador alargan mucho la vida del juego, pero sí que se echa en falta más contenido. También estaría buenísimo poder elegir otras formas de descenso, como tabla de snowboard o trineos. La variedad de esquís tampoco cambia mucho la experiencia, lo cual es una oportunidad perdida.
El multijugador, eso sí, le da otra dimensión. Competir con amigos o con desconocidos a ver quién baja más rápido o con menos caídas es una pasada. Te empuja a mejorar, a arriesgarte más, y sobre todo te hace reír mucho cuando alguien sale disparado por un mal salto. También tiene modos más tranquilos como el Zen, donde no hay cronómetro y podéis simplemente deslizarte y disfrutar del paisaje. Perfecto para relajarse después de un día largo.
En resumen, Lonely Mountains: Snow Riders es un juego con alma, que no necesita hacer ruido para dejar huella. Te invita a perderte en la montaña, a picarte contigo mismo y a volver una y otra vez por ese “ahora sí lo hago perfecto”. Ojalá tuviera más montañas, más opciones de juego y más variedad, pero lo que hace, lo hace con mucho cuidado y mucho amor. Ideal si tienes poco tiempo pero muchas ganas de una experiencia diferente.
Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: