Chickenhare and the Treasure of Spiking-Beard en PS5: saltos, tesoros y una barba pirata que merece su propio spin-off

Chickenhare and the Treasure of Spiking-Beard en PS5 es como si Bugs Bunny se hubiera apuntado a un curso intensivo de piratería, se hubiera tatuado una brújula en el culo y hubiera salido a buscar tesoros con una mochila llena de chistes malos y plataformas traicioneras. Es un juego que no quiere cambiar el mundo, solo hacerte reír mientras saltas como un conejo con complejo de Indiana Jones.

La historia arranca con Chickenhare, un híbrido entre gallina y liebre que parece diseñado por un niño con acceso a plastilina y café. Este héroe improbable se embarca en una aventura para encontrar el legendario tesoro de Spiking-Beard, un pirata con barba puntiaguda, ego descomunal y sentido de la moda cuestionable. Lo que sigue es una odisea llena de islas flotantes, cuevas que huelen a queso viejo, y enemigos que parecen salidos de una fiesta de disfraces con presupuesto limitado.

La jugabilidad es puro caos controlado. Es un plataformas 3D con alma de dibujo animado y ritmo de persecución de Scooby-Doo. Saltas, corres, esquivas, y te estampas contra cosas que no deberían estar ahí. Hay secciones de sigilo que duran lo justo para que te sientas listo… y luego te caigas por un agujero. Los controles son decentes, pero Chickenhare tiene la física de una croqueta con patas: a veces vuela, a veces rebota, y a veces se queda mirando al vacío como si estuviera pensando en su ex.

Los niveles son un festival de colores y trampas. Hay barcos pirata que flotan en lava, selvas con lianas que te insultan si fallas el salto, y zonas donde el suelo desaparece porque sí. Cada escenario tiene su propio estilo visual y su propio conjunto de enemigos, desde cangrejos con mala leche hasta esqueletos que bailan cuando les pegas. Y sí, hay coleccionables. Muchos. Demasiados. Si eres de los que lo quieren todo, prepárate para explorar cada rincón como si fueras un arqueólogo con TOC.

Visualmente, el juego es un caramelo psicodélico. Todo brilla, todo se mueve, y todo parece diseñado por alguien que ama los dibujos animados y odia los colores apagados. Chickenhare tiene expresiones faciales que podrían ganar un Oscar si existiera la categoría “Mejor cara de susto al caer por un barranco”. Los enemigos tienen animaciones exageradas, y los escenarios están llenos de detalles absurdos que no sirven para nada pero te hacen sonreír. ¿Una palmera con gafas de sol? Claro que sí.

El sonido es igual de loco. La banda sonora mezcla tambores piratas con música de ascensor épica, y los efectos sonoros son puro slapstick: cada salto suena como un muelle, cada golpe como una caja de herramientas cayendo por las escaleras. Las voces son caricaturescas, con acentos imposibles y diálogos que parecen escritos por un guionista con resaca. Hay chistes malos, chistes buenos, y chistes que no sabes si son chistes… pero te ríes igual.

¿Y los sustos? Bueno, no hay terror aquí, pero sí sorpresas tontas. Como cuando una plataforma decide no funcionar justo cuando estás encima. O cuando un enemigo aparece detrás de un barril y te lanza una tarta explosiva. Es más “¡ay, qué burro!” que “¡ay, qué miedo!”, y eso le sienta de maravilla.

En resumen: Chickenhare and the Treasure of Spiking-Beard en PS5 es un juego que no quiere ser profundo, ni complejo, ni revolucionario. Solo quiere que te rías, saltes, colecciones cosas y te enfrentes a un pirata con barba puntiaguda mientras eres un conejo-gallina con complejo de héroe. Y lo consigue. Con estilo, con humor, y con más color que una piñata en pleno estallido.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: