Everdark en PS5: vampiros, vísceras y una escopeta bendita para cada susto

Everdark: Undead Apocalypse en PlayStation 5 es como si alguien hubiera metido en una batidora a Blade, Silent Hill y un VHS maldito de los 80, y luego te lo hubiera lanzado a la cara con olor a pólvora y ajo. Desde el primer minuto, el juego te agarra por el cuello y te susurra al oído: “Aquí no hay luz, solo sangre, sudor y criaturas que quieren tu alma para desayunar”.

La historia arranca con un misterio: el sol ha desaparecido y la ciudad está sumida en una oscuridad perpetua. Pero no es una oscuridad poética, no. Es una oscuridad que huele a cloaca, que te hace dudar de cada sombra, y que convierte a los vampiros en los nuevos reyes del mambo. Tú eres un cazador freelance, con más cicatrices que amigos, contratado por una orden secreta que mezcla monjes, hackers y gente que claramente no duerme bien. Tu misión: descubrir qué ha pasado, sobrevivir a lo que queda de humanidad, y evitar que el apocalipsis se convierta en costumbre.

La jugabilidad es un cóctel explosivo. Es un shooter en primera persona, sí, pero con alma de survival horror. Aquí no vas a correr como loco disparando a todo lo que se mueve. Vas a medir cada bala como si fuera oro bendito. Vas a escuchar tus propios pasos y preguntarte si ese crujido fue tuyo… o de algo que te está oliendo desde detrás de una cortina. Hay momentos de acción frenética, donde la pantalla se llena de enemigos y tú te conviertes en una máquina de matar con estacas, agua bendita y una escopeta que parece diseñada por Van Helsing en una rave. Pero también hay momentos de silencio, de exploración, de puzles que te hacen sudar más que los combates. Y sustos. Sustos bien colocados, no de esos baratos que te tiran un gato a la cara. Aquí los sustos se cocinan a fuego lento, con tensión, con atmósfera, con susurros que te hacen mirar el techo aunque estés jugando en el salón.

El arsenal es una maravilla. Nada de pistolas genéricas. Aquí tienes una ballesta que dispara estacas de plata, una escopeta con crucifijos incrustados, granadas de ajo, y hasta un lanzador de hostias consagradas (sí, existe, y es glorioso). Cada arma tiene su propio peso, su propio ritmo, y su propio efecto en los enemigos. Algunos vampiros se desintegran, otros chillan como si les hubieras contado un spoiler, y otros simplemente explotan en una nube de ceniza y drama. También puedes usar objetos como espejos para detectar enemigos invisibles, agua bendita para purificar zonas, y crucifijos que funcionan como bombas de área. Es un arsenal que te hace sentir poderoso, pero nunca invencible.

El mundo es una delicia gótica. Black Hollow está diseñada con un amor enfermizo por el detalle. Calles empapadas en sangre, hospitales abandonados donde las camas aún tienen huellas, mansiones victorianas con cuadros que te siguen con la mirada, y catacumbas que parecen diseñadas por alguien que ha leído demasiado Lovecraft. Cada zona tiene su propia personalidad, su propio ecosistema de criaturas, y su propia forma de hacerte sentir incómodo. Las criaturas son un desfile de pesadillas: vampiros mutantes, monjas poseídas, niños espectrales que cantan canciones que no deberían existir, y jefes finales que parecen salidos de una pesadilla barroca. Hay uno que se arrastra por el techo y te habla en latín. Otro que se disfraza de tu madre. Otro que simplemente te observa desde lejos, sin moverse, hasta que decides acercarte. Y entonces, bueno… ya sabes.

El apartado artístico es puro teatro del horror. Visualmente, el juego mezcla pixel art moderno con texturas realistas, creando una estética que es retro sin ser nostálgica, y moderna sin perder el alma. La iluminación es clave: hay zonas donde solo ves lo que tu linterna permite, y otras donde la oscuridad es un enemigo más. Los colores son apagados, pero cuando hay sangre, brilla como si fuera neón. El diseño de las criaturas es grotesco, teatral, y lleno de detalles que te hacen querer mirar… y luego arrepentirte. Y el sonido. Ay, el sonido. La banda sonora mezcla sintetizadores ochenteros con coros góticos, creando una atmósfera que te envuelve como una capa de terciopelo maldito. Los efectos de sonido son precisos, crueles, y diseñados para hacerte saltar. Hay susurros, crujidos, chillidos, y silencios que pesan más que cualquier grito.

Everdark no es solo un juego. Es una experiencia. Es una noche en vela. Es un viaje al corazón de la oscuridad con una linterna que parpadea y una escopeta que canta. En PS5 se mueve como un sueño febril: fluido, rápido, y con tiempos de carga que apenas te dejan respirar. Si te gustan los shooters con personalidad, los sustos bien hechos, y los vampiros que no brillan al sol, este es tu juego. Y si no te gusta… bueno, siempre puedes dormir con una estaca bajo la almohada. Por si acaso.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: