Sweet Surrender en PSVR2: acción ciberpunk, robots cabreados y armas delirantes en una torre que no perdona

Sweet Surrender en PSVR2 es como meterse en una licuadora ciberpunk con neones, metralla y robots cabreados, todo servido en primera persona y sin anestesia. ¿Te suena exagerado? Pues prepárate, porque este roguelike en realidad virtual no viene a darte un paseo por el parque, sino a lanzarte de cabeza a una torre infestada de enemigos metálicos con más mala leche que un lunes sin café.

La historia es sencilla pero efectiva: eres un humano en un mundo dominado por máquinas, y tu única opción es subir por una torre llena de peligros para sobrevivir. No hay cinemáticas eternas ni monólogos existenciales. Aquí lo que hay son pasillos estrechos, enemigos que te quieren convertir en chatarra, y armas que parecen diseñadas por un niño hiperactivo con acceso a un laboratorio militar.

La jugabilidad es puro frenesí. Cada partida es distinta gracias a su estructura roguelike: mapas generados aleatoriamente, mejoras que aparecen como por arte de magia, y un arsenal que va desde pistolas láser hasta lanzacohetes que harían llorar de emoción a cualquier fan de Doom. Puedes escalar, correr, disparar, lanzar granadas, y todo con una fluidez que hace que te olvides de que estás en tu salón y no en una torre postapocalíptica.

Y hablando del arsenal… aquí no vienes con una pistolita de feria. El juego te lanza un buffet libre de destrucción futurista: pistolas láser que chisporrotean como fuegos artificiales con mala leche, escopetas que suenan como si un trueno se hubiera metido en una caja de metal, rifles de asalto que escupen balas como si tuvieran prisa por jubilar a todos los robots de la torre. También hay lanzagranadas, cuchillas de energía, minas adhesivas, torretas portátiles y hasta gadgets para hackear enemigos y convertirlos en tus compis de batalla. Puedes llevar armas en ambas manos, combinar estilos y crear builds que van desde el ninja eléctrico hasta el tanque explosivo. Y como cada partida te da mejoras aleatorias, puedes acabar con una escopeta que lanza rayos o una pistola que congela enemigos. Es como jugar a la ruleta rusa, pero con estilo y sin perder la cabeza (bueno, casi).

Los escenarios son otro festival. La torre es un laberinto vertical de locura industrial. Cada nivel es distinto, generado proceduralmente, así que nunca sabes si te va a tocar un pasillo estrecho lleno de trampas, una sala abierta con plataformas flotantes, o un túnel oscuro donde solo se escucha el zumbido de algo que no quieres ver. Hay zonas con ventiladores gigantes, otras con lava, otras con campos eléctricos, y todas están llenas de detalles que te hacen sentir dentro de una fábrica de pesadillas. Y lo mejor: puedes escalar casi cualquier cosa. Si ves una pared, puedes treparla. Si ves una cornisa, puedes colgarte. La verticalidad es clave, y moverse por el entorno es tan importante como saber disparar.

Y aquí es donde entran las PSVR2, que no están de adorno. Los gatillos adaptativos te hacen sentir cada disparo como si estuvieras apretando el gatillo de verdad. La retroalimentación háptica en el casco y los mandos te sacude cuando te golpean, cuando corres, cuando explota algo cerca. Es como si el juego te dijera: “¿Quieres inmersión? Pues toma inmersión y un tortazo de regalo”. Además, el seguimiento ocular permite apuntar con la mirada, lo cual es tan futurista que parece magia negra. Y los gráficos en 4K HDR por ojo hacen que cada rincón de la torre, cada chispa, cada robot oxidado se vea con una nitidez que da gusto.

Visualmente, Sweet Surrender tiene un estilo que mezcla cómic, neón y distopía. No busca el realismo, sino el impacto. Los enemigos parecen sacados de una fábrica de juguetes rotos, y los escenarios tienen ese aire de videojuego arcade con esteroides. Todo se mueve con una fluidez brutal, sin tirones ni mareos, lo cual es clave en VR. Y el sonido… ¡ay el sonido! La banda sonora es puro sintetizador agresivo, con ritmos que te meten prisa aunque no quieras. Y el audio 3D hace que escuches a los enemigos venir desde cualquier ángulo, como si tuvieras un sexto sentido robótico.

¿Y quién está detrás de esta locura? Pues el estudio alemán Salmi Games, que ya había coqueteado con la VR en otros proyectos, pero aquí se han soltado la melena. Han creado un juego que no solo aprovecha la tecnología de PSVR2, sino que la exprime como si fuera una naranja en pleno verano. La distribución corre a cargo de Fast Travel Games, que se ha especializado en llevar experiencias VR a otro nivel, y aquí han acertado de lleno. Es como si Salmi pusiera el motor y Fast Travel le metiera el turbo.

En resumen: Sweet Surrender en PSVR2 es como si te metieras en una rave ciberpunk con robots asesinos, armas futuristas y una torre que no te quiere dejar salir vivo. Es frenético, desafiante, y con las gafas de la PS5 se convierte en una experiencia que no se juega… se vive. ¿Te atreves a subir? Porque aquí no hay dulzura, solo rendición... y balas.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: