Analizamos SOPA - Tale of the Stolen Potato
SOPA - Tale of the Stolen Potato es como si alguien te dijera “ven, vamos a hacer una sopa”, y tú dijeras “vale”, sin saber que te vas a meter en un viaje emocional que te va a dejar con el corazón hecho puré. Es un juego que no se juega, se vive. No hay puntuaciones, no hay logros, no hay mecánicas complejas. Lo que hay es una historia contada desde el alma, con crayones, con papel arrugado, con la voz de una abuela que te recuerda quién eres aunque tú ya casi lo hayas olvidado.
Miñique, el protagonista, es un niño colombiano que vive con su abuela. Y todo empieza con una sopa. Pero claro, no es una sopa cualquiera. Es una sopa que necesita ingredientes que no están en la cocina, sino en los recuerdos, en los traumas, en las ausencias. Cada vez que sales a buscar uno, el juego te lanza a un mundo que parece hecho de sueños, pero que está lleno de verdades incómodas. Es como abrir un álbum familiar y que las fotos te hablen. Y no siempre dicen cosas bonitas.
La estética es un caos precioso. Todo parece dibujado a mano, con texturas que recuerdan al cartón, al papel reciclado, a los cuadernos de cuando éramos niños. Pero no es nostalgia barata. Es una forma de decir “esto es real, esto es vivido”. Los colores no siguen reglas, los escenarios se deforman, los personajes aparecen y desaparecen como recuerdos borrosos. Y tú estás ahí, caminando, escuchando, sintiendo. Porque SOPA no te pide que resuelvas nada. Te pide que estés presente.
El doblaje en español colombiano es una maravilla. No solo porque le da autenticidad, sino porque convierte cada diálogo en una canción triste. La abuela, con su voz dulce y firme, es el corazón del juego. Y Miñique, con su curiosidad y su dolor, es el espejo en el que te miras sin querer. Hay momentos en los que el juego se calla, y ese silencio pesa más que cualquier música épica. Porque aquí lo importante no es lo que haces, sino lo que sientes.
Y entonces, cuando crees que estás buscando ingredientes, te das cuenta de que estás buscando pedazos de historia. No están en cajones ni mercados, están en recuerdos que duelen, en momentos que se quedaron atrapados entre silencios. Cada paso que das no te acerca solo a la sopa, sino a una verdad que se ha ido cocinando a fuego lento. No hay fuegos artificiales, pero sí miradas que dicen más que mil palabras, gestos que pesan, y una sensación de que algo dentro de ti se ha movido. SOPA no te da respuestas, te deja con preguntas que no sabías que tenías. Y cuando termina, no sabes si has jugado un juego o vivido una memoria prestada. Pero lo que sí sabes es que te ha tocado. Te ha hecho pensar en tu familia, en tus raíces, en las historias que no se cuentan pero que se sienten. Es un juego que…
Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: