Me metí en Cave Crave con las PSVR2 y salí con trauma, barro y risas
Prepárate porque Cave Crave con las PlayStation VR2 es como meterte en una rave subterránea organizada por murciélagos con complejo de DJ. Es una experiencia que empieza siendo “meh, una cueva” y acaba siendo “¿por qué estoy sudando como si hubiera corrido una maratón en la prehistoria?”
Lo primero que notas al ponerte las gafas es que estás dentro. No viendo, no jugando: dentro. La cueva te rodea, te envuelve, te susurra cosas raras. Las paredes tienen textura, humedad, y ese brillo que te hace pensar “esto huele a moho digital”. Y tú ahí, con tus manos virtuales, tocando estalactitas como si fueran botones de ascensor. El juego no te lanza directamente al caos, te seduce. Te dice: “ven, explora, no pasa nada”. Y tú, como buen gamer curioso, te metes más y más… hasta que te das cuenta de que estás en una cueva que cambia, que respira, que te quiere y te odia al mismo tiempo.
La PSVR2 aquí brillan como una linterna bien calibrada. El tracking es tan preciso que puedes agacharte para mirar debajo de una roca y sentir que estás haciendo arqueología. Y cuando te encuentras con uno de esos bichos raros que habitan la cueva (una especie de topo con cara de enfado y cuerpo de croqueta), el susto es real. Porque no lo ves en pantalla, lo ves en tu cara. Y tú, que pensabas que esto iba de explorar tranquilamente, te encuentras gritando “¡¿pero qué es eso?!” mientras intentas golpearlo con una antorcha virtual que parece sacada de un tutorial de supervivencia medieval.
Y hablando de antorchas, hay un momento glorioso que merece ser contado: estás en una zona oscura, con el corazón latiendo como si te hubieran metido en Alien Isolation, y decides encender tu antorcha. Pero en vez de iluminar el camino, la lanzas sin querer. Literalmente la tiras. Y ves cómo rebota contra una piedra y cae en un charco. Oscuridad total. Tú, con las gafas puestas, girando como un trompo, buscando la antorcha como si fuera tu dignidad. Y cuando por fin la recuperas, el juego te suelta un sonido tipo “plop” que parece reírse de ti. Es maravilloso.
La jugabilidad es una mezcla entre exploración, puzzles ambientales y momentos de “¿por qué estoy sudando?”. Tienes que encontrar rutas, activar mecanismos, esquivar criaturas que parecen diseñadas por un niño con trauma dental, y todo mientras gestionas tu luz, tu oxígeno y tu cordura. Porque sí, el juego juega con tu mente. Hay zonas donde la cueva se transforma, donde los sonidos te engañan, donde las paredes parecen moverse. Y tú, con las PSVR2 puestas, lo sientes todo. Es como estar dentro de un sueño raro, pero con más barro.
Lo mejor es que no hay HUD invasivo ni marcadores que te saquen de la experiencia. Todo está integrado en el entorno. Tu inventario es una mochila que puedes abrir con la mano. Tu mapa es un trozo de papel que se arruga si lo agarras mal. Y cuando te caes por un agujero, no hay pantalla de carga. Hay caída. Real. Tú cayendo, gritando, y luego aterrizando en una zona nueva con cara de “¿esto estaba aquí?”. Es orgánico, es inmersivo, y es tan VR que te dan ganas de lamer una estalactita solo para ver si sabe a algo.
Y aunque el juego tiene momentos tensos, también tiene humor. Hay criaturas que hacen ruidos absurdos, como si se hubieran tragado un walkie-talkie. Hay zonas donde los ecos repiten tus pasos como si fueran beatboxers cavernícolas. Y hay un momento donde encuentras una especie de altar con una piedra brillante, la tocas, y suena una melodía tipo “tintintin” que parece sacada de un anuncio de detergente. Tú te quedas ahí, en medio de la cueva, con cara de “¿acabo de activar el modo suavizante?”.
En resumen, Cave Crave con las PlayStation VR2 es una experiencia que no esperabas amar, pero que te atrapa como un abrazo húmedo. Te hace sentir explorador, víctima, héroe y torpe, todo al mismo tiempo. Y eso, Sergio, es lo que tú llamas alma. Porque no se trata solo de gráficos o mecánicas. Se trata de sensaciones. De estar ahí. De vivirlo. Y este juego lo consigue. Aunque sea con una antorcha mojada y un topo croqueta mirándote mal.
Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: