Bye Sweet Carole: animación maldita y ternura corrupta en un viaje sin retorno

Bye Sweet Carole es una fantasía animada que se disfraza de cuento infantil, pero te arrastra por un túnel de oscuridad, belleza y trauma con una elegancia que solo los conejos malditos pueden ofrecer.

Desde el primer segundo, el juego te lanza a un universo que parece sacado de una película de animación clásica, con ese estilo de dibujo a mano que recuerda a los años dorados de Disney, pero con un giro siniestro. Cada fondo parece pintado con acuarela por un artista que ha leído demasiados cuentos góticos. Hay árboles torcidos, pasillos interminables, criaturas que parecen adorables hasta que te persiguen con ojos vacíos. Es como si alguien hubiera metido Bambi, Coraline y Silent Hill en una licuadora artística y el resultado fuera este delirio visual.

La protagonista, Lana, no es una heroína típica. Es una niña huérfana que busca a su amiga desaparecida, Carole, en un orfanato llamado Bunny Hall, que tiene más secretos que habitaciones. Y cuando cruza al mundo de Corolla, ahí empieza el festival de lo extraño: conejos parlantes, criaturas deformes, y un villano llamado Mr. Kyn que parece el primo gótico del Sombrerero Loco. Todo está envuelto en una atmósfera de cuento roto, donde cada rincón tiene algo que te incomoda y te fascina al mismo tiempo.

El apartado artístico es una barbaridad. No hay otra forma de decirlo. Cada escena está dibujada con un nivel de detalle que te hace querer pausar el juego y enmarcar la pantalla. Los personajes se mueven con animaciones fluidas, casi teatrales, como si estuvieran actuando en una obra de sombras. Los colores juegan con contrastes: tonos pastel para lo inocente, negros profundos y rojos intensos para lo perturbador. Y los efectos visuales, como el humo, la luz, o las transiciones entre mundos, están tan bien integrados que parecen parte de un sueño lúcido.

Y el sonido… madre mía, el sonido. La banda sonora es una mezcla de melodías melancólicas, coros inquietantes y silencios que te ponen los pelos de punta. No es música para acompañar, es música que te habla. Cada nota parece diseñada para hacerte sentir que algo no está bien, incluso cuando todo parece tranquilo. Los efectos sonoros también brillan: el crujido de una puerta, el susurro de una criatura, el eco de tus pasos en un pasillo vacío… todo está ahí para meterte en la piel de Lana y hacerte sentir que estás atrapado en un cuento que no tiene final feliz.

La jugabilidad mezcla sigilo, exploración y puzles. No es un juego de acción, sino de tensión. Hay momentos en los que tienes que esconderte, otros en los que debes resolver acertijos usando lógica o intuición, y otros en los que simplemente tienes que correr. Y sí, puedes transformarte en conejo. Es una mecánica brillante que te permite acceder a zonas nuevas, esquivar enemigos y vivir la historia desde otra perspectiva. Es adorable y útil, pero también inquietante, porque incluso en forma de conejo, el peligro nunca desaparece.

Narrativamente, el juego se divide en capítulos que te llevan por distintas versiones del orfanato y del mundo de Corolla. Hay saltos temporales, realidades paralelas, y una historia que mezcla temas como la pérdida, la identidad y el miedo a crecer. No todo está explicado, y eso es parte de su encanto. Es un juego que te deja con preguntas, con teorías, con ganas de volver a jugar solo para entender mejor lo que acabas de vivir.

En definitiva, Bye Sweet Carole es una experiencia que no se juega, se vive. Es una obra de arte interactiva que mezcla lo bello con lo macabro, lo infantil con lo adulto, lo narrativo con lo sensorial. Si te gustan los juegos que te dejan huella, que te hacen pensar, que te incomodan y te fascinan al mismo tiempo… este es tu conejo blanco. Y créeme, seguirlo vale la pena.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: