ReSetna en PS5: el hack & slash que baila, brilla y te engancha sin pedir permiso
ReSetna en PS5 es ese tipo de juego que te recibe con un “mira, no sé si estás preparado, pero yo voy a tope, así que tú verás”. Y oye, funciona. Desde el minuto uno te mete en un mundo donde la humanidad ha acabado convertida en mentes digitales, como si todos hubiéramos hecho un backup de nuestra alma y lo hubiéramos dejado olvidado en un servidor lleno de polvo cósmico. En medio de ese caos aparece ReSetna, que despierta con cara de “¿otra vez me toca salvarlo todo yo sola?” y aun así se pone manos a la obra con una actitud que ya quisieran muchos superhéroes.
Disclosure: I received a free review copy of this product from https://www.keymailer.co / #resetna / #keymailer
La historia tiene ese rollo de ciencia ficción emocional que te hace pensar un poquito, pero sin ponerse intensita. Es como si mezclaran filosofía ligera con acción contundente y un toque de “esto podría ser un anime de madrugada que te engancha sin querer”. Los personajes acompañan muy bien: ReSetna es carisma puro, y los secundarios —esas IA medio rotas, esas conciencias digitales que hablan como si estuvieran a punto de desvanecerse— aportan humor, melancolía y algún que otro comentario que te saca una sonrisa.
La jugabilidad es un festival, pero de esos que empiezan fuerte y van subiendo hasta que te encuentras completamente metido en el ritmo sin darte cuenta. Es un hack & slash con un flow tan marcado que a veces parece que estés bailando una coreografía futurista más que repartiendo golpes. Cada combo encaja con una precisión casi musical, como si el juego te estuviera guiando al oído: ahora golpe rápido, ahora giro, ahora remate espectacular. Las esquivas son puro nervio, de esas que te dejan el corazón en la garganta porque si fallas te comes un ataque que te manda a paseo, pero cuando las clavas te sientes como si hubieras protagonizado tu propia escena de acción.
Las habilidades especiales son otro nivel. No son simples botones de “haz daño y ya”, sino movimientos que te hacen sentir que llevas un arsenal de poderes que podrían reescribir el código del mundo si te lo propusieras. Cada una tiene su propio estilo, su propio impacto visual y su propio “¡madre mía, qué gusto da usar esto!”. Y lo mejor es que el juego te anima a combinarlas, a experimentar, a encontrar tu propio ritmo de combate como si fueras un DJ mezclando golpes en vez de canciones.
La dificultad está afinada con mimo. No es injusta ni te castiga por respirar, pero tampoco te deja dormirte en los laureles. Es ese punto dulce donde cada victoria te sabe a logro personal, como si hubieras aprendido algo nuevo sobre ti mismo, y cada derrota te pica lo justo para decir “vale, otra más y lo saco”, sin frustración, sin rabia, solo con ganas de mejorar. Es un juego que respeta tu tiempo, tu habilidad y tus ganas de pasarlo bien, y eso se nota en cada enfrentamiento.
Las armas son una maravilla. Espadas energéticas que parecen diseñadas por alguien que escucha synthwave a diario, cañones que disparan ráfagas de datos corruptos como si fueran confeti digital, gadgets que hackean enemigos para que se peleen entre ellos… es como estar en una tienda de chuches futuristas donde todo brilla y todo hace piu piu.
Los enemigos también tienen su gracia. Hay robots pequeñitos que te atacan como si fueran gremlins con wifi, bicharracos enormes que parecen jefes finales aunque no lo sean, y criaturas híbridas que dan un poquito de mal rollo pero en plan “qué diseño más guapo, la verdad”. Cada combate es distinto, y eso mantiene el ritmo vivo.
La ambientación es una pasada. Todo tiene ese aire de mundo roto pero precioso, como si la civilización hubiera explotado pero alguien hubiera dicho “bueno, ya que estamos, vamos a dejarlo bonito”. Hay templos tecnológicos, desiertos de datos corruptos, ciudades que parecen sueños de una IA artista… es un juego que te invita a parar un segundo solo para mirar.
En Playstation 5 se ve de lujo, pero de verdad, de ese lujo que no necesita presumir porque sabe que ya está ganando. No intenta competir con los gigantes del hiperrealismo que te enseñan hasta los poros de un personaje; aquí la apuesta es otra: un estilo visual tan marcado que parece decirte “mira, igual no soy realista, pero soy precioso, ¿vale?”. Y lo es. Las animaciones van tan fluidas que parece que el mando tenga mantequilla en los sticks, los efectos llenan la pantalla sin que la consola empiece a sonar como un avión a punto de despegar, y los colores… ay, los colores. Son como si un artista digital hubiera tenido un día especialmente inspirado y hubiera decidido mezclar neones, sombras suaves y texturas futuristas hasta crear un mundo que te atrapa solo con mirarlo. Todo se siente cohesionado, pulido, con ese toque de “esto está hecho con cariño y con buen gusto”. Es de esos juegos que, aunque no busquen el realismo extremo, te dejan con la boca abierta igual.
El sonido acompaña como un buen DJ de fondo, de esos que no necesitan gritar tu nombre para que te vengas arriba. La banda sonora sabe exactamente cuándo ponerse suave, con electrónica ambiental que te mete en el mood sin distraerte, y cuándo pegar un subidón que te hace sentir que estás entrando en el combate final aunque solo estés peleando contra tres robots cabreados. Los efectos metálicos, los chasquidos digitales, los golpes energéticos… todo encaja con la estética como si el juego tuviera su propio lenguaje sonoro. Y las voces, cuando aparecen, están tan bien integradas que casi sorprende: nada de dramatismos exagerados ni interpretaciones que parezcan sacadas de una telenovela espacial. Aquí todo suena natural, medido, con intención. Es un apartado que no solo acompaña, sino que eleva la experiencia, como si el juego te estuviera diciendo “relájate, que yo me encargo de que esto suene bien”.
La desarrolladora, Today's Games, se nota que ha puesto cariño del bueno. Ese cariño que no se compra, que se nota en los detalles, en las animaciones, en cómo fluye todo. Y la distribuidora, Ocean Media, ha apostado por llevarlo a consolas, lo cual es un acierto porque este juego pide mando, sofá y una tarde libre.
En resumen, es un juego con alma, con estilo, con ritmo y con ese toque de “no soy un triple A, pero tengo más personalidad que muchos de ellos”. Es divertido, es bonito, es intenso y deja buen sabor de boca. Es de esos que te sorprenden para bien.
Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento:







