Analizamos Journey of Johann: Snowy Mountain
Journey of Johann: Snowy Mountain es ese tipo de juego que no te va a cambiar la vida, pero que tiene su puntito si te pillas con ganas de algo tranquilo, sin explosiones ni cinemáticas de media hora y con precio sencillamente brutal. Aquí no hay dragones, ni mundos abiertos, ni decisiones morales que te persiguen toda la partida. Es Johann, una montaña nevada, y tú intentando que el pobre no se parta la crisma mientras salta de plataforma en plataforma. Y oye, dentro de su sencillez, tiene su gracia y logros.
Los niveles están montados como si fueran pequeñas pruebas de habilidad. Al principio, todo es bastante suave: plataformas grandes, enemigos lentos, y tiempo de sobra para pensar por dónde tirar. Es como si el juego te dijera “tranqui, que te estoy enseñando cómo va esto”. Pero no te confíes, porque a medida que avanzas, la cosa se va apretando. Las plataformas se hacen más pequeñas, los enemigos se vuelven más pesados, y los saltos empiezan a requerir precisión quirúrgica. No llega a ser un Dark Souls en 2D, pero sí que te obliga a estar más espabilado.
La curva de dificultad está bien medida, aunque tiene algún pico raro. Hay niveles que te los pasas casi sin pestañear, y de repente te topas con uno que te hace repetirlo diez veces porque hay un salto maldito o un enemigo que aparece justo cuando no debe. No es frustrante del todo, pero sí que te puede sacar algún “¡pero qué me estás contando!” si te pilla con poca paciencia. Eso sí, cuando lo superas, te sientes como si hubieras escalado el Everest tú mismo.
Visualmente, el juego tiene ese estilo limpio y funcional. No te va a dejar flipando, pero tampoco molesta. La nieve, los árboles, las cuevas… todo está ahí para que te metas en el ambiente sin distracciones. Y la música acompaña sin hacerse notar demasiado. No es el tipo de banda sonora que te vas a poner para estudiar, pero tampoco te dan ganas de silenciarla.
En resumen, Journey of Johann: Snowy Mountain es como ese colega que no habla mucho, pero cuando lo hace, te cae bien. No pretende ser el mejor juego del año, ni falta que le hace. Es directo, sencillo, y si te gustan los plataformas con un toque clásico y una dificultad que va subiendo poco a poco, te puede enganchar más de lo que esperas. Ideal para echarte unas partidas entre otras cosas, sin comprometerte a una historia épica ni a mecánicas complicadas. Y si te caes veinte veces en el mismo sitio… bueno, siempre puedes echarle la culpa al mando.
Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: