Analizamos Shaman's Mask of Rune Magic

Shaman’s Mask of the Rune Magic para Xbox Series X es de esos juegos que pillas sin muchas expectativas, y de repente te ves diciendo: “¿Pero esto qué es? ¿Por qué nadie me había hablado de esta maravilla?”. Es como encontrar un disco brutal en una tienda de segunda mano: barato, tapado, y con más alma que muchos triple A que te venden humo.

Desde que lo arrancas, ya notas que no va a ser el típico juego que te lleva de la manita. Aquí no hay cinemáticas eternas ni tutoriales que te explican hasta cómo respirar. Te sueltan en un mundo raro, místico, con un chamán que lleva una máscara que parece sacada de una rave tribal, y te dicen: “apañatelas”. Y oye, eso mola. Porque te obliga a explorar, a probar, a fallar, y a aprender. Como en los juegos de antes, cuando no había YouTube para decirte qué hacer.

El combate es minimalista, sí, pero no por eso es soso. Aquí no vas a estar haciendo combos de 40 golpes ni invocando dragones cada dos minutos. Es más bien un rollo táctico, de esquivar, de leer al enemigo, de saber cuándo meter la estocada y cuándo salir por patas. Si te flipan los Souls, pero quieres algo más ligero y con un toque mágico, esto te va a gustar. Y si eres de los que se frustran fácil… bueno, igual te tiras el mando por la ventana un par de veces, pero con cariño.

Lo de las runas es otro rollo. No es simplemente lanzar hechizos como si fueran caramelos. Aquí tienes que pensar qué runas equipar, cómo combinarlas, y cuándo usarlas. Es como montar tu propio estilo de juego. ¿Quieres ir a saco? Hay runas para eso. ¿Prefieres ir en plan sigiloso y controlar el terreno? También puedes. Y lo mejor es que no hay una “build” que sea la mejor. Todo depende de cómo juegues tú. Eso le da un punto de rejugabilidad bastante guapo.

El mundo es abierto, pero no en plan “te damos un mapa gigante y lo llenamos de iconos”. No, aquí es más contenido. Cada zona tiene su rollo, sus secretos, sus enemigos con personalidad. No hay relleno. Y eso se agradece, porque te anima a explorar sin sentir que estás perdiendo el tiempo. Además, el diseño artístico tiene ese toque indie que no busca ser realista, pero sí envolvente. Colores raros, formas que parecen sacadas de un sueño chamánico, y una ambientación que te mete en el papel sin necesidad de gráficos de última generación.

Y ojo, que el juego pesa menos que una playlist de reguetón. En serio, ocupa poquísimo, pero te da horas de juego. No es un mundo infinito, pero sí lo suficientemente denso como para que te pierdas, te piques, y quieras volver a ver qué te dejaste por ahí.

Eso sí, no es para todo el mundo. Si eres de los que quieren que el juego te lo dé todo hecho, igual te desesperas. Pero si te mola descubrir cosas por ti mismo, si disfrutas cuando un juego te reta sin explicarte cada paso, y si te gusta ese rollo místico con combates que premian la habilidad más que el machaque, Shaman’s Mask of the Rune Magic te puede flipar.

En resumen: es como ese colega que parece callado pero que, cuando habla, suelta unas verdades que te dejan loco. No tiene el presupuesto de un blockbuster, pero tiene corazón, tiene ideas, y tiene ese algo que hace que te quedes pensando en él incluso cuando apagas la consola.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: