Analizamos Void Source
Este juego es un arcade espacial de los que te enganchan sin darte cuenta. Tú llevas una nave —que por cierto, tiene más mala leche que un lunes por la mañana— y te lanzas a recorrer escenarios que parecen sacados de una peli de ciencia ficción con esteroides. Hay cuevas oscuras, volcanes que escupen fuego, zonas submarinas donde todo se mueve raro, y por supuesto, el espacio profundo con sus lucecitas y sus enemigos que no te dejan ni respirar. Cada nivel tiene su rollo, y lo mejor es que no vas en línea recta: puedes volver a fases anteriores, rejugarlas, farmear créditos y mejorar tu nave como si fuera un RPG galáctico.
La nave, tío… es como tu colega fiel. Al principio va justita, con lo básico para no morir en el primer minuto. Pero conforme avanzas, puedes ir mejorándola con un árbol tecnológico que te da habilidades nuevas, más potencia, más defensa, y hasta cosas raras como escudos que rebotan disparos o campos de energía que revientan lo que se te acerque. Es como tunear un coche, pero en versión interplanetaria. Y lo mejor es que cada mejora se nota. No es de esos juegos donde mejoras algo y parece que todo sigue igual. Aquí cada cambio te da ventaja real, y eso se agradece.
Y luego están las armas… madre mía, las armas. Hay más de 25 distintas, y puedes combinarlas para hacerlas más potentes. Algunas disparan rayos láser que atraviesan todo, otras lanzan misiles que persiguen enemigos, otras hacen explosiones que parecen fuegos artificiales. Y si pillas la misma arma varias veces, se va subiendo de nivel hasta que se convierte en una bestia. Hay una que empieza como un ataque cuerpo a cuerpo y acaba siendo una espada giratoria que revienta todo lo que se te acerque. Es una locura. Y tú ahí, eligiendo si quieres ir a lo bruto, a lo táctico, o a lo loco. Porque sí, también puedes ir a lo loco y ver qué pasa.
La jugabilidad es frenética. No hay tiempo para pensar demasiado. Es disparar, esquivar, recoger mejoras, y repetir. Pero dentro del caos, hay estrategia. Tienes que saber cuándo moverte, cuándo disparar, y cuándo guardar energía para el jefe final del nivel. Porque sí, los jefes son otro rollo. Hay algunos que te llenan la pantalla de proyectiles, otros que se teletransportan, y otros que simplemente te aplastan si no estás atento. Y tú ahí, sudando, esquivando como si fueras un ninja del espacio.
La curva de dificultad está bastante bien, aunque tiene sus momentos de “¿pero esto qué es?”. Hay niveles que te los pasas sin pestañear, y otros que te hacen repetirlos diez veces porque te matan en el último segundo. Pero eso también tiene su gracia. Cuando por fin lo consigues, te sientes como un auténtico piloto galáctico. Y encima, si te gusta picarte contigo mismo, hay un sistema de combo que te premia por encadenar disparos sin fallar. Cuanto más aciertes, más puntos, más logros, y más satisfacción personal.
Visualmente, el juego tiene ese rollo retro con efectos modernos. Puedes ponerle líneas de escaneo en la pantalla, como si estuvieras jugando en una tele antigua, y eso le da un toque nostálgico bastante guapo. Los colores son vivos, los efectos de explosión están bien logrados, y la música acompaña con ese estilo arcade que te mete en el ritmo de la partida. No es que vayas a poner la banda sonora en Spotify, pero mientras juegas, te mete de lleno.
En resumen, Void Source es un vicio. Es rápido, es intenso, y tiene ese punto justo entre caos y control que te engancha. Ideal para echar partidas cortas pero intensas, para picarte con los jefes, para tunear tu nave como si fuera tu coche de carreras espacial, y para probar armas hasta encontrar la que te hace sentir invencible. No es un juego para relajarte, es para estar con los reflejos a tope y los dedos volando por el mando.
Si quieres, te puedo hacer una lista de las armas más rotas, los niveles más cabrones, o incluso montarte una guía de cómo mejorar la nave sin perder tiempo. Tú me dices, que aquí estamos para viciar a gusto.
Aquí os una guía del mismo:





