Analizamos NBA 2K26

NBA 2K26 en Xbox Series X no es simplemente una nueva entrega de la saga: es el punto de inflexión que muchos llevábamos años esperando. Desde el primer segundo que lo arrancas, se nota que hay algo distinto. No es solo que se vea mejor, que suene más real o que tenga más contenido. Es que se siente diferente. Y eso, en un juego deportivo que lleva más de dos décadas en el mercado, es decir muchísimo, tanto como que se convierte en una compra obligatoria.

Lo primero que te golpea —literalmente, porque lo notas en los dedos— es el nuevo motor de movimiento, el Motion Engine. Olvídate de animaciones recicladas, de transiciones robóticas o de jugadores que se mueven como marionetas. Aquí cada paso, cada giro, cada bote tiene peso, intención y contexto. El balón ya no parece pegado a la mano, ahora rebota con física real, con variaciones según el ángulo, la velocidad y la presión defensiva. Y lo más impresionante: el juego interpreta lo que tú quieres hacer, no solo lo que pulsas. Jugando con Jayson Tatum, por ejemplo, hice un giro en el poste, amagué con el hombro, y el defensor mordió el anzuelo. El juego me soltó una animación signature con un fadeaway que parecía sacado de un partido real. No fue una secuencia pregrabada, fue una reacción orgánica a lo que estaba ocurriendo en la cancha. Y eso, sinceramente, te hace sentir que estás jugando al baloncesto de verdad como nunca antes habías imaginado.

El sistema de dribbling también ha sido rediseñado. Ahora cada cambio de dirección tiene sentido, cada crossover puede romper tobillos si lo ejecutas bien, y los Eurosteps, floaters y bandejas acrobáticas se activan con una fluidez que antes era impensable. Incluso los tiros han sido ajustados: el nuevo medidor es más limpio, más intuitivo, y más justo. Si clavas el timing, el tiro entra. Si te precipitas, lo fallas. Así de claro. Y lo mejor: cada jugador tiene su propio estilo. Tirar con Curry no se siente igual que tirar con Booker, y eso añade una capa de autenticidad que eleva la experiencia y permite que cada jugador pueda sentirse realizado.

Gráficamente, el juego es una barbaridad. En Xbox Series X, los estadios parecen sacados de una retransmisión en directo. La iluminación dinámica, los reflejos en el parqué, el sudor en la piel, las texturas en la ropa… todo está cuidado al milímetro. Hay momentos en los que te olvidas de que estás jugando y piensas que estás viendo un partido real. Y no es solo la calidad visual, es la fluidez. Va a 60 FPS estables, sin tirones, sin cargas molestas. Te mueves por los menús, por la cancha, por La Ciudad, y todo responde al instante. Es una experiencia limpia, rápida y muy inmersiva.

La Ciudad, por cierto, es otro mundo. Literalmente. Ya no es solo un hub social, es una metrópolis dedicada al baloncesto. La primera vez que salí del gimnasio Gatorade, me puse a caminar por las calles y me encontré con un evento en Skyline Park. Había música sonando, jugadores haciendo mates, y un ambiente que parecía sacado de un festival urbano. Me apunté a un 3v3 improvisado, y tras ganar tres partidos seguidos, desbloqueé una recompensa de VC, una camiseta exclusiva, y una insignia temporal que mejoraba mi tiro exterior. Pero lo mejor fue ver mi nombre en el suelo de la cancha, como el jugador que rompió la racha del equipo rival. Esa sensación de reconocimiento, de que tus acciones tienen impacto, es lo que hace que La Ciudad se sienta viva.

Además, hay eventos semanales que cambian por temporada. Desde torneos callejeros contra jefes CPU con builds imposibles, hasta desafíos comunitarios donde tu Crew compite por dominar una región. Y sí, las Crews son una pasada. Puedes formar un equipo de hasta 50 jugadores, personalizar el logotipo, y subir de nivel como grupo. Si tu Crew domina una zona, te plantan una estatua en la plaza central. Literalmente. Una estatua con tu nombre. Y eso, en un juego deportivo, es algo que no se había visto nunca.

La creación de tu propio jugador también ha dado un salto enorme. Ya no es solo elegir atributos y apariencia, es diseñar tu estilo, tu identidad en la cancha. Puedes empezar desde cero o apoyarte en plantillas inspiradas en jugadores reales. El sistema analiza docenas de comparaciones con jugadores NBA y te sugiere animaciones preasignadas que encajan con tu estilo. Y lo mejor: puedes ver desde el principio qué movimientos tendrás disponibles según cómo construyas tu jugador. Si quieres equipar el step-back de Luka Doncic, el sistema te indica qué altura mínima necesitas, qué nivel de tiro exterior debes tener, y qué insignias lo potencian.

Además, puedes seleccionar desde el inicio las insignias que quieres alcanzar —Bronce, Plata, Oro, Salón de la Fama o Leyenda— y el creador te muestra los atributos mínimos que necesitas para desbloquearlas. Esto te permite construir tu jugador en torno a tus fortalezas, en vez de repartir puntos sin rumbo. Y al final del proceso, el sistema te entrega un Informe de Ojeador, una especie de scouting virtual que resume tus atributos, fortalezas, debilidades y las insignias clave que has desbloqueado. Es como recibir un informe de un equipo NBA que te analiza como prospecto.

Recuerdo cuando creé mi primer jugador en esta entrega: un escolta de 1,97 con tiro exterior y defensa perimetral. Le puse el tiro de Smith Hernández, el dribbling de Devin Booker y la mentalidad de Jrue Holiday. En el primer partido callejero en Skyline Park, metí cuatro triples seguidos, robé dos balones y terminé con una clavada en transición que hizo que el público virtual se volviera loco. Al terminar, desbloqueé una insignia dorada de tirador en movimiento y una camiseta exclusiva del evento. Y lo mejor: mi nombre apareció en el marcador como MVP del partido. Esa sensación de progresar, de destacar, de que tu jugador evoluciona contigo, es lo que hace que NBA 2K26 sea tan especial.

Los modos clásicos también han sido mejorados. Mi Carrera ahora tiene una narrativa mucho más profunda. Empiezas como una promesa en ligas juveniles, y puedes elegir entre ir a la universidad, probar suerte en Europa, o lanzarte al Draft. Cada decisión afecta tu camino, tus contratos, tus relaciones con entrenadores y agentes. Hay cinemáticas con calidad de serie, diálogos que cambian según tu rendimiento, y eventos que se activan en partidos clave. Es como vivir tu propia película de baloncesto, con giros, conflictos y momentos épicos.

MyTeam también ha dado un salto. Ahora puedes incluir jugadoras de la WNBA, formar equipos mixtos, y competir en modos como Breakout Gauntlet o Triple Threat Park. Las cartas tienen más profundidad, puedes modificar atributos en tiempo real, y el sistema de progresión es más justo. Ya no necesitas pasar por caja para avanzar, puedes conseguir recompensas jugando bien, cumpliendo desafíos y explorando el modo.

Todo esto está acompañado por un apartado sonoro que envuelve. La banda sonora mezcla hip-hop, electrónica y clásicos, y los efectos sonoros están tan bien calibrados que cada bote, cada grito, cada choque te mete más en el partido. Los comentarios también han sido mejorados: reaccionan a lo que haces, analizan jugadas y aportan contexto sin hacerse pesados.

NBA 2K26 en Xbox Series X no es solo un juego, es una experiencia. Una que respeta tu habilidad, tu tiempo y tu pasión por el baloncesto. Si alguna vez has soñado con sentir lo que siente un jugador NBA al pisar la cancha, este juego te lo da. Y lo hace con estilo, con profundidad y con una calidad que no tiene rival.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento de la primera temporada: