Analizamos NetherWorld

NetherWorld en Nintendo Switch es como ese colega rarito que al principio no sabes si te va a caer bien, pero luego te das cuenta de que es el alma de la fiesta. Es un juego que no se parece a nada, y eso ya es decir mucho. Desde que lo arrancas, te mete en un universo pixelado que huele a cerveza rancia, humo de bar y decisiones cuestionables. Y lo digo en el mejor sentido posible. Aquí no hay héroes musculosos ni princesas que rescatar. Hay una medusa con mala suerte, una crisis matrimonial, y un montón de personajes que parecen salidos de una pesadilla escrita por alguien con mucho sentido del humor y cero filtros.

La estética es puro pixel art, pero no del bonito y colorido. Es sucio, grotesco, con escenarios que parecen dibujados por alguien que ha visto demasiadas pelis de serie B. Y eso le da un encanto brutal. Hay bares llenos de bichos raros, callejones que dan mal rollo, y criaturas que no sabes si te van a ayudar o a comerte vivo. En modo portátil se ve genial, pero cuando lo pones en la tele, esos detalles enfermizos ganan fuerza. Es como si el juego te gritara: “¡Mírame bien, que soy feo pero interesante!”

La historia es una ida de olla maravillosa. No estás salvando el mundo, estás intentando sobrevivir a tu propia vida. Drogas, sexo, gusanos gigantes, mafiosos, magos, prostitutas emprendedoras… todo cabe en este cóctel. Y lo mejor es que el juego no se toma en serio a sí mismo. Los diálogos están llenos de sarcasmo, humor negro y situaciones tan absurdas que te hacen reír aunque no sepas muy bien por qué. Es como jugar a una novela gráfica escrita por alguien con resaca y mucha imaginación.

En cuanto al gameplay, es una mezcla de acción, exploración y momentos de aventura que te mantienen enganchado. No es un metroidvania clásico, pero tiene ese rollo de ir desbloqueando zonas, encontrando objetos raros y enfrentándote a enemigos cada vez más locos. El combate es directo, sin florituras, pero con armas que van desde lo normal hasta lo completamente surrealista. Hay jefes que son auténticas obras de arte del mal gusto, y enfrentarte a ellos es tan divertido como perturbador. Además, hay minijuegos que son una locura: competiciones de borrachos, encuentros sexuales pixelados, mazmorras donde controlas a una garrapata llamada Joe… sí, has leído bien.

La música acompaña de maravilla. Tiene ese rollo electrónico decadente que te mete en el ambiente sin hacerse pesada. Los efectos de sonido son crudos, sucios, y ayudan a que todo se sienta más visceral. No es la típica banda sonora épica, pero funciona como un guante en este universo tan peculiar.

Lo que más mola de NetherWorld es que no intenta gustarle a todo el mundo. Es un juego con personalidad, con un estilo que no pide permiso y que te lanza de cabeza a su mundo sin explicaciones. Y en Switch, va como la seda. Los controles responden bien, el rendimiento es estable, y el formato portátil le sienta de lujo. Es perfecto para echar partidas cortas mientras esperas el bus, pero también para perderte durante horas en su mundo retorcido.

Si te van los juegos que se salen de la norma, que te sorprenden con cada paso y que no tienen miedo de ser raros, NetherWorld es tu rollo. No es para todos, pero si conectas con su humor, su estética y su caos, lo vas a disfrutar como un enano. Es como meterte en una peli de culto interactiva, con bichos feos, diálogos afilados y un montón de momentos que te dejan con cara de “¿pero qué acabo de jugar?”. Y eso, sinceramente, es lo que lo hace tan especial.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: