“Asfalia: Panic at the Mansion” convierte tus emociones en una aventura ilustrada con puzles, ternura y un toque de locura narrativa

Asfalia: Panic at the Mansion es como meterse en una caja musical encantada que, en vez de sonar dulzura, te lanza puzles, emociones y personajes que parecen salidos de un sueño lúcido. Es un juego indie con corazón, con ese tipo de arte que te hace parar y mirar cada rincón, y con una historia que no se limita a contarte cosas: te las hace sentir.

La premisa es sencilla pero potente: Charlie, un niño que ha perdido a sus cuatro cachorros, se adentra en Asfalia, un mundo que representa sus emociones más profundas. No es solo un viaje físico, es un viaje emocional, y eso se nota en cada diálogo, cada escenario y cada personaje que aparece. La mansión, que da nombre al juego, es el epicentro del caos, y está habitada por criaturas que no son ni buenas ni malas, sino reflejos de estados mentales: ansiedad, euforia, melancolía… todo tiene forma, voz y actitud.

El gameplay es point-and-click, pero con sabor moderno. Nada de quedarse atascado buscando una llave pixelada en una esquina oscura. Aquí los objetos tienen lógica, los minijuegos son variados y rejugables, y hay pegatinas coleccionables que no solo decoran, sino que desbloquean recuerdos y secretos. Se puede jugar con los Joy-Con o con la pantalla táctil, y la experiencia en Switch es fluida, cómoda y muy inmersiva.

Los personajes son un desfile de carisma. Lilly, la compañera de Charlie, es un torbellino de energía con frases que te sacan una sonrisa. Hay un hombre lobo que teme a su reflejo, una tetera que organiza fiestas de reconciliación, y hasta un espejo que te dice verdades incómodas. Cada uno tiene su propia mini-historia, y todas están conectadas por un hilo emocional que se va revelando poco a poco.

Visualmente, el juego es una delicia. Todo está pintado a mano, con un estilo que recuerda a los libros ilustrados de la infancia, pero con un toque surrealista que lo hace único. Los colores cambian según el estado emocional del entorno, y hay detalles escondidos que solo se ven si te paras a mirar con calma. Es un juego que premia la curiosidad y la empatía.

La música acompaña como un susurro constante. No busca protagonismo, pero cuando lo toma, lo hace con elegancia. Los temas cambian según la escena, y hay momentos donde la banda sonora te abraza, literalmente. No es épica, es íntima, y eso le da un valor especial.

En cuanto a dificultad, no es un juego que te haga sudar, pero tampoco te lo da todo hecho. Hay que pensar, explorar, y sobre todo, conectar con lo que está pasando. Es ideal para jugar solo, pero también tiene ese algo que lo hace perfecto para compartir: comentar los diálogos, descubrir secretos juntos, o simplemente disfrutar del arte.

Y aquí viene el dato que le da aún más encanto: Asfalia: Panic at the Mansion está desarrollado y publicado por Funtomata, un estudio independiente que se nota que hace las cosas con mimo. Al encargarse tanto del desarrollo como de la distribución, han podido mantener intacta su visión artística y emocional. Ya habían dejado huella con The Cranky Volcano, y esta secuela no solo amplía el universo, sino que lo hace con más profundidad, más color y más corazón. Funtomata no busca ser el estudio más grande, sino el que más conecta, y lo están consiguiendo a base de mundos pintados a mano, personajes memorables y narrativas que te abrazan sin pedir permiso.

Asfalia: Panic at the Mansion no es solo un juego, es una experiencia emocional disfrazada de aventura gráfica. Tiene humor, tiene ternura, tiene misterio, y sobre todo, tiene alma. Si lo que buscas es algo que te sorprenda, te haga reír, y te deje pensando después de apagar la consola, este es tu sitio.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: