NASCAR 25: derrapes, drama y donuts a 300 km/h

NASCAR 25 es como meter a un tiburón en una pecera: demasiado grande, demasiado salvaje, y con ganas de comerse todo lo que se le cruce. Si pensabas que esto era solo dar vueltas en círculos, prepárate para una orgía de gasolina, sudor y decisiones absurdamente divertidas.

La cosa arranca fuerte. El juego te lanza a un menú que parece el dashboard de un equipo profesional: tienes modo carrera, modo desafío, multijugador, carrera rápida, y un editor que te deja tunear hasta el alma de tu coche. El modo carrera es una telenovela con ruedas. Empiezas en la ARCA Menards Series, donde los coches parecen cajas de zapatos con motor, y vas escalando hasta la Cup Series, donde ya se habla de millones, egos y choques que valen más que tu coche real. Puedes fichar por equipos, negociar contratos, elegir patrocinadores (spoiler: todos quieren que ganes, pero ninguno quiere pagar si te estampas), y hasta decidir si tu piloto es un santo o un demonio con casco.

Los modos de juego no se quedan cortos. El modo desafío te lanza situaciones imposibles: gana sin gasolina, con ruedas de chicle, y bajo una tormenta que parece sacada de Mad Max. El multijugador es una jungla: gente buena, gente mala, y gente que solo entra a estrellarse. Hay eventos especiales, carreras privadas, y hasta torneos con premios virtuales que te hacen sudar como si fueran reales. Y el modo libre… bueno, no se llama así, pero puedes personalizar tanto que parece un sandbox con ruedas.

Ahora, los vehículos. Aquí no hay trampa ni cartón: más de 60 coches oficiales de las series Cup, Xfinity, Truck y ARCA. Cada uno con sus físicas, sus sonidos, sus caprichos. Los Trucks son como conducir una lavadora llena de ladrillos. Los Xfinity son nerviosos, te escupen en cada curva. Y los Cup… los Cup son pura testosterona digital. Puedes modificar todo: aerodinámica, suspensiones, neumáticos, motor, pintura, y hasta el tipo de combustible. ¿Quieres correr con mezcla rica y que el motor suene como un dragón asmático? Adelante.

Los pilotos están todos. Christopher Bell, William Byron, Ryan Blaney, y el resto de la banda. Cada uno con su estilo: hay quien te bloquea como si fuera su trabajo, otros te ignoran, y algunos te buscan solo para sacarte de pista. La IA tiene personalidad. No es perfecta, pero ya no son conos con ruedas. Y si te creas tu propio piloto, puedes decidir si es un héroe humilde o un villano con sonrisa torcida. El editor no es Skyrim, pero puedes hacer que parezca tú… o tu suegra, si te apetece vengarte en pista.

La jugabilidad es una mezcla deliciosa entre simulador y arcade. En modo simulador, cada curva es una amenaza existencial. El coche vibra, se desliza, te castiga si frenas tarde. En modo arcade, puedes derrapar como si fueras en una peli de acción y aún así ganar. El sistema de daños es visual y mecánico: si te estrellas, no solo ves el capó doblado, también pierdes aerodinámica, dirección o motor. Y sí, puedes acabar la carrera con el coche hecho un acordeón.

Gráficamente, el juego brilla. Unreal Engine 5 hace su magia: reflejos, clima dinámico, público animado, boxes con movimiento, repeticiones que parecen sacadas de la tele. En PS5 y Xbox Series X/S va como un tiro: 60 FPS estables, con opción de 120 en modo rendimiento. Y el sonido… el sonido es una gozada. Cada motor suena distinto, el ambiente cambia según el circuito, y la banda sonora mezcla rock, country y electrónica suave. Los comentarios en carrera reaccionan a lo que haces, y aunque no son constantes, te hacen sentir dentro de la historia.


En resumen, NASCAR 25 no es solo un juego. Es una experiencia completa, una carta de amor al caos controlado de las carreras. Si te gusta la velocidad con alma, aquí tienes gasolina para rato. Y si no te gusta… bueno, al menos puedes estrellarte con estilo.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: