Kaku: Ancient Seal — una aventura con espadazos, puzles y un cerdito volador que te roba el corazón mientras el mundo se cae a pedazos
Kaku: Ancient Seal en PS5 es como si te lanzaran a una expedición mística con un cerdito volador, una mochila llena de espadazos y un mapa que grita “¡explora o muere!”. Es un indie con alma, con fallos simpáticos y con ese sabor a aventura que te hace decir “solo una zona más” mientras el mando vibra como si Piggy te estuviera animando desde el más allá.
Aquí no vienes a salvar princesas ni a coleccionar sellos. Vienes a restaurar el equilibrio de un mundo roto, a patearte cuatro continentes elementales y a descubrir qué demonios pasó con el Creador Saga. Tu avatar es Kaku, un chaval con más agallas que sentido común, y tu compañero es Piggy, un cerdito volador que no solo es adorable, sino que te salva el pellejo más veces que el botón de esquivar.
El mundo está dividido en cuatro biomas que parecen diseñados por un artista con resaca y mucha imaginación: montañas heladas donde el viento te insulta, selvas tropicales con bichos que te miran mal, desiertos que te hacen sudar hasta los píxeles, y bosques volcánicos donde todo quiere matarte. Cada zona tiene su propia fauna, sus puzles, sus trampas y sus enemigos con mala leche. Y lo mejor: no es solo pegar y correr. Hay que escalar, nadar, resolver acertijos, desbloquear torres de cristal para viajar rápido y sobrevivir a plataformas que parecen diseñadas por el primo, que digo el primo, el hermano del vecino del quinto sádico de Indiana Jones.
El combate es directo, sin florituras, pero con sabor. Puedes esquivar, atacar, usar habilidades especiales y mejorar tu equipo. Los enemigos tienen patrones, se agrupan, se cansan, y te obligan a pensar. No es un Souls, pero tampoco es un paseo por el parque. Hay jefes que te hacen sudar, como un gólem de lava que lanza rocas como si fueran caramelos, o una criatura de hielo que congela el suelo y te obliga a moverte como si estuvieras en patines. Y cuando crees que lo tienes dominado, aparece otro con más brazos que sentido del humor.
Los personajes secundarios tienen ese encanto de NPCs que no hablan mucho pero te dejan con dudas existenciales. El anciano que te enseña a cocinar, el gólem sabio que te lanza frases crípticas, y Piggy, que merece su propio spin-off. Es como tener a Navi, pero con más carisma y menos gritos. Además, puedes mejorar a Kaku con habilidades nuevas, equipamiento y objetos que encuentras por el mundo. ¿Quieres que salte más alto? ¿Que aguante más golpes? ¿Que cocine mejor? Todo se puede mejorar, y cada mejora se siente como un logro.
Visualmente, el juego tiene ese estilo colorido y vibrante que te hace parar solo para mirar el paisaje. No es hiperrealista, pero tiene encanto. Las animaciones son fluidas, los efectos de luz están bien logrados, y cada zona tiene su propia atmósfera. En PS5 se nota el mimo: carga rápida, rendimiento estable y una experiencia que no te rompe la inmersión. El mando vibra con cada golpe, cada salto, cada momento de “¡ay, que me caigo!”. Es como tener un Piggy en la palma de la mano.
La música acompaña como debe: épica cuando toca, melódica cuando exploras, y con efectos sonoros que te meten en la piel de Kaku. Desde el crujido de la nieve hasta el rugido de los enemigos, todo está cuidado para que te sientas dentro del mundo. Y cuando te quedas quieto, solo para escuchar el viento o ver cómo Piggy se rasca la oreja, sabes que el juego tiene alma.
¿Y lo mejor? La sensación de aventura. No es un juego perfecto, pero tiene ese algo que te hace seguir. Cada zona es un reto, cada enemigo una oportunidad de aprender, y cada puzle una excusa para sentirte listo. Si te gustan los juegos con corazón, con exploración, con combate y con un cerdito volador que te hace reír… Kaku: Ancient Seal es tu próxima parada. Y en PS5, con ese mando que vibra como si Piggy te estuviera dando ánimos, la experiencia es aún más mágica.
Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: