Halls of Torment - DLC The Boglands - El pantano que te devora y te hace volver por más

El DLC The Boglands para Halls of Torment aterriza como ese charco infecto que al principio hueles con asco y luego no puedes dejar de meter la mano porque algo brillante aparece entre la mierda: es pantanoso, traicionero y perversamente divertido. Lo que trae no es solo más salas y enemigos reciclados; es una expansión que añade identidad propia al juego base: un bioma lodoso con nieblas que ocultan trampas, terrenos que te pegan penalizaciones y mecánicas nuevas que obligan a replantear builds y prioridades en cada run. En PS5 todo esto se siente aún más redondo gracias a tiempos de carga muy cortos, un framerate estable que mantiene la claridad cuando la pantalla se llena de efectos y una respuesta del mando que hace que esquivar un ataque venenoso sea un gesto satisfactorio y no una ruleta rusa.

The Boglands introduce varias capas de capares maliciosas: el fango (mire) que ralentiza el movimiento y las cadencias de ataque; las napas de gas que se encienden cuando hay demasiados proyectiles y obligan a reposicionar; y un sistema de putrefacción que acumula stacks negativos si no gestionas la curación a tiempo. Para compensar el entorno hostil llegan objetos diseñados para el barro: botas de tracción que reducen la penalización de velocidad, talismanes de purga que consumen putrefacción y armas con efectos de “limpieza” que curan ligeramente al golpear enemigos empapados. Estas adiciones no son cosméticas, cambian la decisión básica: ¿priorizo movilidad para esquivar zonas lodosas o me especializo en daño sostenido y asumo el coste de la putrefacción? Esa tensión hace que cada elección entre oleadas tenga más peso.

El DLC no mete sólo personajes nuevos en el sentido tradicional, pero sí ofrece talentos, runas y variantes para los existentes que abren estilos de juego distintos. Hay talismanes que reconfiguran habilidades: por ejemplo, una runa que convierte tus proyectiles en dardos que atraviesan enemigos encharcados, otra que hace que tus trampas exploten en nubes de gas que dañan tanto a aliados como a enemigos (ideal para builds suicidas) y una mejora que transforma una habilidad de corto alcance en un bloqueo temporal contra putrefacción. En consecuencia, verás combinaciones locas y muy satisfactorias: el mago que ahora planta esporas que curan al explotar, o el tanque que con botas de tracción se convierte en una locomotora inmune a charcos. La variedad forzada por el terreno hace que “builds de siempre” pierdan parte de su comodidad y fomenta experimentar.

El nuevo y flamante paquete de contenido adicional tiene personalidad: pasillos enmohecidos, plataformas flotantes sobre aguas negras, árboles con raíces que se mueven y pequeñas aldeas inundadas donde los NPC no son de fiar. Los enemigos nuevos están pensados para jugar con tus expectativas: espíritus ahogados que aparecen y desaparecen en la niebla, brujas del pantano que invocan mosquitos que chupan vida a distancia, y gigantes raíces que emergen del suelo para atrapar y retorcerte. Los minibosses y jefes son lo más divertido: desde el Lord del Barro, una masa colosal que cambia de fase cuando pierde capas externas de putrefacción, hasta el Ent podrido que obliga a usar movilidad vertical para no ser aplastado. Las mecánicas de jefe mezclan patrones clásicos con trucos del entorno: a veces no basta con pegarle, tienes que atraerlo a una zona de gas y prenderla, o romper pilares que están anclando su regeneración.

El loot del DLC se siente pensado para equilibrar la hostilidad del entorno: aparecen armas con efectos de “secar” que reducen el efecto del barro en un radio pequeño, accesorios que convierten putrefacción en daño extra y reliquias que premian jugar en zonas inundadas (más riesgo, más recompensa). La progresión meta se integra sin chirriar: desbloqueos permanentes que hacen más accesibles futuras runs y desafíos específicos de Boglands que, al completarlos, te regalan objetos raros exclusivos. Eso empuja a replantear la rutina: ahora no solo farmeas para mejorar armas, sino para construir sinergias que te permitan dominar el pantano.

La BSO y los efectos hacen el trabajo sucio con gusto: chirridos de madera mojada, burbujas, anfibios que croan como si tuvieras un coro de guitarras desafinadas en la cabeza, y una ambientación que escala cuando entras en zonas de peligro. En PS5, las capas de sonido están más definidas y las vibraciones del mando acompañan golpes y efectos de putrefacción de manera chistosa: sentir el “chapoteo” en el DualSense suma un toque inmersivo que te recuerda que estás jugando en un charco que te odia.

En cuanto a la duración, The Boglands añade contenido con suficiente chicha como para extender la vida del juego unas buenas horas; las runs requieren aprendizaje y las nuevas mecánicas penalizan la dejadez. A veces la aleatoriedad del loot puede convertir una run en una tortura imposible, pero la mayoría de las veces las nuevas herramientas que caen permiten adaptar la estrategia. El ritmo es satisfactorio: los desafíos del pantano se sienten picos duros pero justos si te armas bien, y las recompensas compensan el riesgo. Quizá algún encuentro se apoye demasiado en la mecánica del entorno y parezca “tonto” en solitario, pero eso también provoca risas nerviosas con cada fracaso.

En resumen, The Boglands no es un parche cosmético: es una expansión que cambia la manera de jugar Halls of Torment. Trae bioma con carácter, enemigos memorables, armas y accesorios que te obligan a replantear builds y una atmósfera que engancha desde el primer chapuzón. En PlayStation 5 se disfruta además con la fluidez y respuesta que exige este tipo de juego frenético. Si te gustó el juego base y quieres que te partan la cara en un entorno nuevo con mecánicas que te obliguen a pensar y adaptarte, The Boglands es un sí rotundo; si tu rollo es “farmear sin complicaciones”, aquí vas a encontrar motivos para frustrarte, reconfigurar tu estrategia y, sobre todo, para volver a intentarlo una y otra vez.


Aquí os dejamos el tráiler de este fantástico paquete de contenido: