Samuráis, sardinas y sablazos: la epopeya felina más absurda y adorable del año
¡Preparaos para una buena ración de ronroneos, espadazos y chistes malos! Porque Samurai Academy: Paws of Fury no es solo un juego, es una oda al caos felino, al honor canino y a los memes con katana. Desarrollado por los belgas de Fishing Cactus (sí, los mismos que hicieron que un cactus programara un RPG) y distribuido por Maximum Entertainment, este título es como si Ghost of Tsushima se hubiera cruzado con Kung Fu Panda en una fiesta de disfraces de Animal Crossing.
Todo arranca en el pintoresco pueblo de Kakamucho, donde la paz dura lo que un atún en una convención de gatos. Nuestro héroe, Hank, un perro samurái con más entusiasmo que técnica, vuelve a la acción junto a su maestro Jimbo, un felino retirado que huele a sake y sabiduría. Pero no están solos: se suman a la fiesta una gata alquimista que lanza bombas de confeti, un mapache hacker que habla en haikus y un pollo ninja que solo se comunica con gestos dramáticos. Sí, es tan glorioso como suena.
La historia es una mezcla de epopeya samurái y sitcom de los 2000. Hay traiciones, profecías, duelos al amanecer y un torneo clandestino de lucha libre entre tanukis. Pero también hay momentos tiernos, como cuando Hank intenta meditar y se queda dormido, o cuando Jimbo le da consejos que parecen proverbios pero en realidad son recetas de cocina.
El sistema de combate es una delicia: rápido, fluido y lleno de posibilidades. Puedes encadenar combos con tu katana, lanzar shurikens con forma de sardina, usar abanicos explosivos o invocar a un espíritu ancestral que te da un boost de velocidad… y te juzga con la mirada si fallas el combo. Cada arma tiene su propio árbol de habilidades, y desbloquear cosas como el “Corte Zen” o el “Maullido Fantasma” es tan satisfactorio como ver a un gato aterrizar de pie después de un triple salto mortal.
Pero no todo es combate. Hay fases de sigilo donde te escondes en cajas de ramen, minijuegos de cocina donde preparas sushi para ganar respeto entre los aldeanos, y desafíos de meditación donde tienes que mantener el equilibrio sobre una carpa koi gigante mientras recitas haikus. ¿Excesivo? Sí. ¿Maravilloso? También.
Visualmente, el juego es un festín. Colores pastel, texturas suaves, animaciones que parecen sacadas de una serie de Cartoon Network con presupuesto. Cada rincón de Kakamucho está lleno de detalles: gatos haciendo yoga en los tejados, farolillos que bailan con el viento, templos que respiran historia y NPCs que sueltan frases como “el camino del samurái es como una bola de pelo: a veces se atasca”. Y no olvidemos los filtros de sakura en tiempo real, porque todo mejora con pétalos cayendo en cámara lenta.
El apartado sonoro es otro nivel. La banda sonora mezcla shamisen tradicional con beats electrónicos, creando una atmósfera que te pone zen y luego te lanza a la batalla con tambores épicos. Los efectos sonoros son puro cartoon: espadazos con “swish”, explosiones con “kaboom” y maullidos que van del “nyaa” adorable al “NYAAAA” de gato cabreado. Y las voces… madre mía. Cada personaje tiene su propio acento, su ritmo, su tonito. Jimbo suena como si Clint Eastwood hubiera reencarnado en un gato, y Hank tiene la energía de un cachorro que ha tomado demasiado matcha.
Y sí, hay coleccionables. Muchos. Desde pergaminos con proverbios absurdos (“quien madruga… encuentra el cuenco vacío”) hasta sombreros ridículos para Hank (mi favorito: el casco de ramen con palillos incluidos). También puedes personalizar tu dojo, adoptar gatitos huérfanos que te dan buffs pasivos y desbloquear finales alternativos dependiendo de cuántas veces hayas acariciado a tu maestro. Spoiler: no son suficientes.
En resumen: Samurai Academy: Paws of Fury es una carta de amor al cine de samuráis, a los dibujos animados y a los juegos que no se toman demasiado en serio pero lo dan todo. Es tierno, es épico, es absurdo, y tiene más alma que muchos triple A con presupuesto de Hollywood. Si te gustan los juegos con personalidad, con humor y con espadas que cortan más allá de lo físico (y lo emocional), este es tu dojo. Y si no… bueno, siempre puedes jugarlo solo por ver a un gato hacer breakdance en mitad de una batalla.
Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento:




