Pestopolis revienta la plaga: el DLC que convierte Plague Hunters en una locura táctica postapocalíptica con sabor a pólvora y peste

¡Agarraos que vienen curvas, porque vamos a meternos de lleno en el apocalipsis más táctico y pestilente que ha pisado la Playstation 5! Si Plague Hunters ya era una experiencia intensa, el DLC Pestopolis es como meterle esteroides a una rata mutante: salvaje, impredecible y con más contenido que una mochila de supervivencia en el fin del mundo.

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Primero, un repasito rápido al juego base, que no se diga. Plague Hunters te lanza a un mundo donde la plaga ha convertido a la humanidad en un buffet libre para criaturas infectadas. Tú eres el jefe de una escuadra de cazadores con más agallas que sentido común, y tu misión es limpiar zonas, rescatar lo que se pueda y no morir en el intento. El sistema de combate por turnos es puro vicio: cada movimiento cuenta, cada habilidad tiene su momento, y si te equivocas, te vas al hoyo sin contemplaciones. Es como jugar al ajedrez, pero con lanzallamas y maldiciones.

Ahora sí, vamos a lo gordo: Pestopolis. Este DLC no es una expansión cualquiera, es una declaración de intenciones. Aquí no se han limitado a meter cuatro misiones nuevas y un par de skins. No, no. Han cogido el juego, lo han metido en una licuadora con gasolina, y han servido un cóctel explosivo de contenido que te va a tener pegado al mando como si fuera una extensión de tu alma.

Para empezar, Pestopolis te lleva a una ciudad nueva que está más podrida que un queso olvidado en el maletero. Cada distrito se genera de forma procedural, lo que significa que cada vez que entras, el mapa cambia, los enemigos cambian, y tú te tienes que reinventar como si fueras un chef en MasterChef Plaga Edition. Nada de memorizar rutas ni repetir estrategias: aquí toca improvisar, adaptarse y rezar para que no te salga un jefe con mala leche en la primera esquina.

Y hablando de jefes, el DLC mete un puñado de nuevos enemigos que son una mezcla entre pesadilla biológica y arte moderno con tentáculos. Hay uno que se arrastra por las paredes y te lanza esporas que te hacen alucinar, otro que se camufla como un superviviente y te apuñala por la espalda, y hasta uno que se divide en dos si lo matas mal. Vamos, que cada combate es una fiesta de sorpresas desagradables.

Pero lo mejor de Pestopolis son los nuevos personajes que puedes reclutar. Aquí es donde el juego se pone creativo. Tienes al alquimista loco que convierte la plaga en pociones explosivas, al monje renegado que se cura a base de autoflagelación (sí, como lo oyes), a la hacker que manipula los sistemas de seguridad de la ciudad para abrir puertas o activar trampas, y hasta a un niño con poderes psíquicos que da más miedo que los enemigos. Cada uno tiene habilidades únicas que te obligan a cambiar tu forma de jugar, y combinarlos bien es la clave para sobrevivir.

Además, el DLC mete un sistema de moralidad que es una maravilla. Puedes elegir entre ser el salvador de Pestopolis o el tirano que usa la plaga para ganar poder. Pero cuidado, que tus decisiones afectan a todo: los distritos cambian, los NPCs reaccionan distinto, y hasta los eventos aleatorios se modifican. Es como si el juego te estuviera vigilando y te dijera: “¿Seguro que quieres hacer eso, campeón?”. Y claro, tú lo haces igual, porque el poder corrompe… pero mola.

Visualmente, Pestopolis es un espectáculo. La ciudad tiene un rollo gótico-industrial que parece sacado de una peli de Tim Burton con resaca. Hay zonas con niebla espesa, luces parpadeantes, estatuas rotas y grafitis que cuentan historias de desesperación. Y la música acompaña con unos temazos que te meten en el ambiente como si estuvieras en una rave postapocalíptica. No es que sea un triple A, pero el estilo artístico tiene personalidad para dar y regalar.

Y por si fuera poco, han metido nuevos modos de juego. Hay uno tipo supervivencia donde tienes que aguantar oleadas de enemigos mientras gestionas recursos como si fueras el contable del apocalipsis. Otro modo te lanza misiones diarias con condiciones especiales, como “solo puedes usar personajes infectados” o “no puedes curarte”. Y claro, hay recompensas exclusivas que te hacen volver cada día como si fuera el pan de cada mañana.

En definitiva, Pestopolis no es solo un DLC, es una reinvención del juego. Más personajes, más enemigos, más decisiones, más locura. Es como si Plague Hunters se hubiera tomado un café con Red Bull y hubiera dicho: “Vamos a liarla”. Y vaya si la lía. Si tienes una PS5 y te va lo táctico, lo oscuro y lo rejugable, este contenido adicional es una parada obligatoria. Ponte la mascarilla, carga tus habilidades, y prepárate para sumergirte en la ciudad más infectada, impredecible y divertida del universo postapocalíptico. Pestopolis te espera… y no tiene piedad.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: