A Pizza Delivery: un último reparto, un mundo que escucha, y una historia que se queda contigo

A Pizza Delivery no es solo un juego: es una carta de amor al surrealismo cotidiano, una historia íntima envuelta en mozzarella emocional, y una jugabilidad que te lleva de la mano por un mundo tan bonito que parece pintado con acuarelas y suspiros.

La historia arranca con “B”, una repartidora de pizzas que está haciendo su último pedido del día. Pero lo que parece una rutina se convierte en un viaje introspectivo, casi espiritual. Cada cliente que visita no es solo alguien hambriento: son fragmentos de una narrativa mayor, personas con heridas, recuerdos, preguntas sin responder. Y tú, con tu caja de pizza en la mano, eres el hilo que los conecta. No hay giros dramáticos tipo thriller, pero sí una sensación constante de que estás descubriendo algo profundo, algo que te toca sin que lo veas venir.

La jugabilidad es sencilla, pero con alma. Es un walking simulator, sí, pero no uno cualquiera. Aquí no se trata de caminar por caminar, sino de sentir mientras caminas. Vas explorando escenarios que cambian como sueños: una carretera que se deshace, una casa que flota, un parque que se convierte en un recuerdo. Hay pequeños puzles, decisiones narrativas, momentos de pausa que te invitan a reflexionar. No hay combate, no hay puntuaciones, pero hay algo mucho más valioso: conexión. Cada paso que das, cada conversación que tienes, te acerca más a entender quién es “B”… y quién eres tú mientras juegas.

Y el mundo, madre mía, qué maravilla. Es como si alguien hubiera mezclado los paisajes de un cuento infantil con la melancolía de un poema visual. Todo está bañado en colores suaves, luces que parecen respirar, y composiciones que te hacen parar solo para mirar. No es un mundo realista, es un mundo emocional. Cada escenario tiene su propia personalidad, su propio ritmo, y todos están diseñados para que te sientas dentro de un sueño que no quieres despertar. Es bonito, sí, pero también inquietante, como esos lugares que parecen familiares aunque nunca hayas estado allí.

El sonido es otro nivel. La música no te empuja, te acompaña. Es suave, envolvente, con ese aire meditativo que te hace sentir que estás flotando. Los efectos sonoros están bien integrados: pasos, susurros, el crujido de las hojas, el silencio que pesa. Todo contribuye a que te sumerjas en ese mundo raro, pero acogedor. Es como si el juego te susurrara al oído mientras caminas, y tú solo quieres seguir escuchando.

En resumen, A Pizza Delivery es una experiencia que no se mide en horas ni en logros, sino en sensaciones y es por ello que no os queremos contar mas. Es para quienes buscan algo diferente, algo que les haga pensar, sentir y saborear cada paso. No es para todos, pero si te va lo poético, lo emocional y lo surrealista, este juego te va a dejar con hambre de más. Y sí, la pizza es solo el principio.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: