Simon the Sorcerer: Origins, dibujos animados, magia fallida y un héroe que no quiere serlo

Simon the Sorcerer: Origins en PS5 es como volver a casa después de años, pero con muebles nuevos, un gato que habla y una profecía que te quiere convertir en héroe sin tu permiso. UN 10 de aventura grafica, un diez absoluto!!!!!

Vale, imagina esto: eres Simon, un chaval con más sarcasmo que sentido común, y de repente te ves arrastrado por una profecía ancestral a un mundo mágico lleno de magos que no saben conjurar ni una tostada. Así empieza esta precuela que nos cuenta cómo el aprendiz más borde del universo point-and-click se metió en este lío. Y lo hace con estilo: gráficos dibujados a mano, animaciones fluidas y ese aire de dibujos animados noventeros que te hace sonreír aunque no quieras.

La historia es una mezcla deliciosa de humor absurdo y momentos que, sorprendentemente, te tocan la fibra. Simon no es el típico héroe: se queja, se burla de todo y tiene una relación amor-odio con la magia. Pero justo por eso mola. Te lo imaginas en cada escena soltando pullas a los NPCs, a los objetos del escenario e incluso a ti, el jugador. Hay una mudanza interdimensional, un linaje misterioso, alquimia que explota más de lo que ayuda, y criaturas que parecen salidas de una reunión de vecinos mágicos con problemas de autoestima.

Los personajes secundarios son una maravilla. Desde el mago que confunde hechizos con recetas de cocina, hasta el gato parlante que parece tener un máster en sarcasmo y desprecio elegante. Cada conversación es una joya, con diálogos que te hacen reír por lo inesperado y por lo bien escritos que están. Y sí, Chris Barrie vuelve a ponerle voz a Simon, con ese acento británico que suena como si estuviera eternamente harto de todo. Glorioso.

En cuanto a las situaciones, prepárate para puzzles que parecen diseñados por un mago con resaca. Nada de lógica convencional: aquí se trata de combinar un imán con una cuerda para pescar una llave, usar un sombrero como recipiente de poción explosiva, o convencer a un fantasma de que te deje pasar porque tienes mejores modales que su sobrino. Todo con ese toque de “¿pero qué estoy haciendo con mi vida?” que solo las aventuras gráficas clásicas saben dar.

Lo mejor es que, aunque el juego respeta la esencia del género, no te obliga a pixel-hunting como si estuviéramos en 1993. La interfaz es moderna, intuitiva, y hasta el diario de Simon te da pistas sin chivarte la solución. Y cuando lanzas hechizos, no es solo apretar un botón: tienes que combinar elementos como luz, frío, calor y aire con el entorno. Es como cocinar magia con ingredientes raros y sin receta.

Y aquí viene el toque de autor: los desarrolladores de Smallthing Studios no querían hacer “otro revival pixelado”. Según Giulia Valentini, directora de arte, “no queríamos volver al pixel art. Sabíamos que no cumpliría nuestra misión de crear una experiencia que se sintiera como ver dibujos animados de los 90.” Por eso el juego tiene más de 15.000 frames dibujados a mano, y se siente como una película animada jugable.

Massy Calamai, director del proyecto, lo define como “una historia de madurez con magia, misterio y un clásico aire noventero”, pensada para responder preguntas que los fans llevan décadas haciéndose. Y sí, Rick Astley colabora con una canción original para el juego. Porque si vas a invocar los 90, hazlo con estilo.

La distribuidora ININ Games se ha volcado en esta precuela oficial, celebrando los 30 años de la saga con una edición física que es puro homenaje. “Es un honor trabajar con Smallthing Studios en un título que rinde tributo al legado y da la bienvenida a una nueva generación”, comentan desde el equipo editorial. El juego llega a PS5 con voces originales, accesibilidad total y una estética que mezcla magia, sarcasmo y dibujos animados noventeros.

Y si hablamos de lo bonito que se ve… Simon the Sorcerer: Origins es una delicia visual. Cada escenario parece sacado de una serie animada de los sábados por la mañana, pero con el nivel de detalle que solo un equipo obsesionado con el arte puede lograr. Los fondos están pintados a mano, con texturas que respiran magia y decadencia, como si el mundo estuviera a medio camino entre un cuento de hadas y una tienda de antigüedades encantada. Hay brillos suaves, sombras teatrales, y una paleta de colores que mezcla lo cálido con lo misterioso: púrpuras, verdes musgo, dorados apagados… todo con ese toque de “esto lo dibujó alguien que ama lo que hace”.

Los personajes no se quedan atrás. Simon tiene expresiones faciales que cambian con cada sarcasmo que suelta, y los secundarios —desde el gato parlante hasta el mago con cara de acelga— están animados con mimo. Nada se siente genérico. Cada gesto, cada movimiento, cada mirada tiene intención. Y eso se nota.

En cuanto al sonido… es una maravilla. La banda sonora mezcla lo orquestal con lo juguetón, como si Danny Elfman se hubiera colado en el estudio con una varita mágica. Hay temas que te envuelven en misterio, otros que te hacen sonreír sin saber por qué, y momentos donde el silencio se usa con inteligencia para dejar que los diálogos brillen. Y hablando de diálogos: las voces están impecables. Chris Barrie vuelve como Simon, y su tono de “estoy harto de todo pero aún así voy a salvar el mundo” es oro puro. Los demás actores también lo clavan, con acentos, ritmos y entonaciones que hacen que cada conversación sea un pequeño espectáculo.

El diseño de sonido también merece aplausos. Los efectos son sutiles pero expresivos: el crujido de una puerta mágica, el chisporroteo de un hechizo fallido, el maullido condescendiente del gato… todo suma a la atmósfera. No hay estridencias ni efectos reciclados. Es como si cada sonido estuviera ahí para reforzar el carácter del mundo.

En resumen, Simon the Sorcerer: Origins no solo se juega, se contempla y se escucha como una obra de arte interactiva. Es un homenaje a la animación clásica, al humor británico, y a las aventuras gráficas que no se conforman con ser bonitas: quieren ser memorables. Y esta lo consigue.


Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento: