The Cabin Factory”: el curro más inquietante desde que alguien dijo “¿y si inspeccionamos casas embrujadas por turnos?
The Cabin Factory en PS5 es como si mezclaras un escape room con un episodio de “La Dimensión Desconocida”, pero con un contrato laboral de por medio y un jefe que claramente odia a sus empleados.
Vale, imagina esto: te ofrecen un curro en una fábrica de cabañas prefabricadas. Hasta ahí todo bien, ¿no? Pero resulta que tu trabajo consiste en inspeccionar cada cabaña que pasa por una cinta transportadora para decidir si está “limpia” o si es “peligrosa”. ¿Peligrosa cómo? Pues del tipo “aquí hay un ente que te va a susurrar cosas feas al oído mientras te mira desde la esquina”. Y tú, con tu linterna y tu libreta, tienes que entrar, mirar, y decidir. Si aciertas ocho veces seguidas, te vas a casa. Si fallas… bueno, digamos que la fábrica no tiene un buen plan de salud.
Lo que hace que The Cabin Factory funcione no es una historia profunda ni una jugabilidad revolucionaria. De hecho, es todo lo contrario: es súper simple. Pero esa simpleza es su superpoder. Cada cabaña es una especie de microescenario de tensión. A veces no pasa nada. Otras, una silla se ha movido. O hay una sombra que no estaba antes. O el reloj marca una hora imposible. Y tú, con el corazón en la garganta, tienes que decidir si eso es una anomalía o si simplemente estás paranoico. Spoiler: probablemente ambas.
El juego se apoya muchísimo en el audio. En serio, si juegas con cascos, prepárate para escuchar crujidos, susurros, y ese tipo de sonidos que hacen que te gires en la vida real para comprobar que no hay nadie detrás. No hay screamers baratos, pero sí una tensión constante que te va calando poco a poco. Es como si el juego te dijera: “tranqui, no va a pasar nada… todavía”.
Visualmente, no es que sea un portento gráfico, pero cumple. Las cabañas tienen ese aire de IKEA embrujado, con muebles genéricos y decoración de catálogo, lo cual hace que cualquier pequeño cambio destaque como una alarma de incendio. Y eso es parte del encanto: estás buscando lo raro en lo cotidiano. Es como jugar a “¿Dónde está Wally?” pero con fantasmas y ansiedad.
En cuanto a duración, no esperes una epopeya. Esto es más bien una experiencia de una o dos noches, como esas pelis de terror que ves con colegas para pasar un buen mal rato. Pero lo bueno es que tiene cierto factor de rejugabilidad: las anomalías cambian, y hay varios finales dependiendo de cómo lo hagas. Además, si te gusta compartir sustos, es ideal para streamear o jugar con alguien mirando por encima del hombro diciendo “yo creo que esa lámpara no estaba ahí antes”.
En resumen, The Cabin Factory en PS5 es un juego pequeñito, raro y con mucha mala leche. No te va a cambiar la vida, pero sí te va a hacer mirar dos veces tu salón por si el sofá se ha movido solo. Y oye, por el precio que tiene, es una experiencia intensa, divertida y perfecta para una noche de “me apetece algo raro y con alma”. Como un corto de terror jugable, pero con nómina.
Aquí os dejamos el tráiler de lanzamiento:





